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Recomendaciones Nutrición y Cáncer

¿Qué recomendaciones dietético-nutricionales deberían plantearse de cara al futuro?

A medida que el paciente recupera su capacidad normal de deglución y su apetito, debe seguir una dieta equilibrada y variada, rica en antioxidantes.  Seria conveniente recuperar su peso habitual, acompañado de ejercicio físico adaptado a sus capacidades, para recuperar musculatura.

Diversos organismos  dan directrices de alimentación:

La FAO( 2013) , en prevención de enfermedades  crónicas como cáncer.

-Evitar los alimentos hipercalóricos, ricos en grasas saturadas, y azúcar.

  • Seleccionar aquellas grasas más saludables,

de tipo poliinsaturadas ( W3, W 6).

  • Consumir menos sal.
  • Ingerir más frutas, hortalizas y legumbres.
  • Dar preferencia a los alimentos de origen vegetal y marino.

–  Ingesta de Micronutrientes.

 La OMS( 2013-2020).              

Evitar dieta malsana e inactividad física

  • Reducción de la sal mediante campañas en los medios de comunicación e iniciativas de reducción del contenido de sal de los alimentos elaborados
  • Sustitución de las grasas trans por grasas poliinsaturadas.

Otras publicaciones como Journal Cancer Survive 2016, reiteran la necesidad de reducir la ingesta de sal, carne roja y procesada. Admas una ingesta de alcohol muy muy baja, diferenciando entre hombres(2 unid/dia), y mujeres( 1 unid/dia). El alcohol recomendado es de baja graduacion, tipo vino tinto de calidad.

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Alimentación Durante Tratamiento Radioterapia-Quimioterapia (Cáncer)

La revisión de la literatura científica, y en concreto el articulo de revisión de este aspecto de nutrición radioterapia y quimioterapia ( Luna J. Nutrición clínica,  2015), nos indica:

No hay un acuerdo sobre el aporte extra de fibra  y sus beneficios.

Actualmente se están estudiando los beneficios aparentes de una dieta cetogénica en estos procesos.

En cuanto a las proteínas y los aminoácidos extra a incluir, hay indicios de beneficios con la arginina, triptófano y glutamina .En el caso de la glutamina, la evidencia es consensuada, ya que este aminoácido es aporte de energia para la división celular. Se recomienda suplementar, ya que déficit puede impactar negativamente en los tratamientos.

Los ácidos grasos esenciales son los ácidos grasos poliinsaturados : Ω-3, Ω-6, que no pueden sintetizarse en el organismo y deben ser aportados por la dieta. Los derivados de Ω-3, ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA), son los más estudiados en el campo que nos ocupa. Dada su intervención en la respuesta inmunológica, inflamatoria y metabólica, estos ácidos grasos están involucrados en el proceso oncológico, así como en la respuesta a los tratamientos y la aparición de toxicidad con los mismos. Por tanto debe incluirse un aporte extra en su dieta triturada.

La toxicidad de los tratamientos antineoplásicos compromete la salud general.  La mejoría del efecto antitumoral se ha asociado a la reducción de la toxicidad mucocutánea de la RT y a una disminución de la vía COX2 de la inflamación. Los  omega 3 podrían reducir la toxicidad interviniendo en la conservación y restauración de la masa muscular.

En cuanto a los micronutrientes, la revisión de estudios observacionales con antioxidantes que incluían vitaminas A, C, E B, D3, K3, selenio donde se confirma y ratifica la eficacia de estos suplementos, asi como una dieta rica en antioxidantes.

Esta sería la intervención nutricional en este paciente, de forma detallada

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GRASAS SATURADAS, Azúcar, Cáncer

Según la OMS

los ratones y las ratas que se habían alimentado con dietas ricas en grasas eran mucho más propensos al cáncer de piel y de mama que los animales alimentados con dietas de bajo contenido de grasas (Tannenbaum y Silverstone, 1953; Tannenbaum, 1959). No se prestó mucha atención a estos estudios hasta que los datos epidemiológicos demostraron que la incidencia de determinados tipos de cáncer era mucho mayor en los países con alimentación rica en grasas que en aquéllos con alimentación de bajo contenido de grasas (Carroll, 1975; Carroll y Khor, 1975). A partir de entonces, muchos datos experimentales han mostrado que alimentando a las ratas o ratones con alimentos ricos en grasas aumenta la propensión al cáncer de mama, piel, colon, páncreas y próstata. En estos estudios se utilizaron varios carcinógenos para inducir cáncer o, en algunos casos, tumores espontáneos. Muchas de las pruebas que relacionan la alimentación con el cáncer se han presentado y debatido en trabajos recientes (US Department of Health and Human Services, 1988; National Research Council, 1982, 1989).

Epidemiología

Se han descrito distintos tipos de datos epidemiológicos. Los primeros pueden incluirse en la categoría de correlaciones intranacionales e internacionales.

Los datos recopilados por la OMS sobre incidencia del cáncer o mortalidad por éste se han clasificado por edades y normalizado (Kurihara y Aoki, 1984; Parken et al., 1992), y después se han comparado con los datos de consumo aparente de grasas recopilados por la FAO (FAO, 1980b). Los datos de consumo aparente de las grasas no tienen en cuenta los desechos y los primeros datos, expresados como gramos consumidos por personas y por día, sobreestimaron mucho el consumo efectivo. Sin embargo, cuando se expresa el contenido de grasas como porcentaje de la energía total, los valores se aproximan al consumo habitual y muestran una fuerte correlación positiva con la mortalidad por cáncer.

Al ser las poblaciones comparadas de gran tamaño, estos estudios tienen en cuenta las variaciones de los hábitos alimentarios y los factores genéticos. Así, es probable que las diferencias observadas puedan atribuirse con seguridad a factores ambientales. Por otra parte, la precisión de los datos sobre mortalidad difiere según el país y el tipo de cáncer. Asimismo, la fiabilidad de los datos de consumo aparente de las grasas varía, y las estimaciones brutas del consumo de grasas no aportaron información sobre las prácticas alimentarias de las personas en que se desarrolla o no el cáncer.

Se han presentado las comparaciones entre grupos dentro de un mismo país, como los estudios de los Estados Unidos de América en los que se comparan los Adventistas del Séptimo Día con la población general (Phillips et al., 1980) y los grupos étnicos de Hawaii (Kolonel et al., 1982). Estos estudios consideran grupos más pequeños que las comparaciones entre países, y las correlaciones con el consumo de grasas son generalmente bajas.